El 24 de septiembre de 1810 se proclamó la revolución independentista en Santa Cruz, apenas diez días después de la revuelta en Cochabamba. Los rebeldes llamaron a cabildo abierto y se conformó una junta integrada por el presbítero Salvatierra y el doctor Vicente Seoane.
Las ansias de libertad entre los cruceños venían de mucho antes. Seoane era hijo del Coronel Seoane de los Santos, gobernador de Santa Cruz hasta su muerte, en enero de 1810. Sin embargo no compartía su sentir realista. De no haber muerto el padre, se habría tenido que enfrentar al hijo en la revuelta por la independencia.
Vicente Seoane conquistó algunos adeptos a su causa. Pero las noticias que venían de La Paz no eran las mejores: el levantamiento del 16 de julio de 1809, liderado por Pedro Domingo Murillo, había sido sofocado cruelmente. Sin embargo, no habrían de esperar mucho tiempo. El estallido revolucionario de Buenos Aires, el 25 de mayo de 1810, puso la nota de alarma en el Alto Perú, donde empuñaron de nuevo las armas con ánimo de vengar a los mártires de La Paz.
Eustaquio Moldes y Juan Manuel Lemoine, enviados ex profeso a Santa Cruz, coadyuvaron la acción de Seoane, y el 24 de septiembre de 1810, se insurreccionaron y en Cabildo abierto depusieron a las autoridades y constituyeron la junta revolucionaria presidida por el doctor Seoane.
De los militares jefes de las topas de guarnición en la provincia Cordillera, el Comandante José Miguel Becerra, se negó a tomar parte en el movimiento mientras que el segundo comandante, Antonio Suárez, se plegó a la insurrección y formó parte de la junta revolucionaria.
Luego, el 15 de diciembre de ese mismo año, la junta eligió al diputado que debía representarla en Buenos Aires, recayendo la elección en el entonces canónigo lectoral, doctor Manuel José Seoane, hermano del presidente de la Junta. El diputado electo recibió 680 pesos para sus gastos, pero no llegó a pasar de Cochabamba, desde donde tuvo que regresarse por razones de salud.
La derrota de Sipesipe (13 de agosto de 1811), con la caída de Cochabamba, motivó también que la Junta de Santa Cruz se disolviese, restableciéndose el régimen realista a cuya cabeza se puso el comandante Becerra, quien se vengó duramente de quienes consideraba infidentes a la causa del Rey.
De ahí en adelante, la lucha cruceña por la causa independentista de la República tendría tantas victorias como derrotas y se extendería largamente, hasta que la definitiva batalla de Ayacucho, en 1825, puso fin al imperio español en América.
El espíritu de los rebeldes cruceños estuvo teñido por el mismo fervor de los soldados de la revolución en el resto del Alto Perú. Los patriotas de Santa Cruz eran igualmente valientes y corajudos y su porfía y bravía, desplegadas en los largos años de la guerra por la independencia se recuerdan y celebran todavía entre todos los bolivianos.
Fuente:Educabolivia
Las ansias de libertad entre los cruceños venían de mucho antes. Seoane era hijo del Coronel Seoane de los Santos, gobernador de Santa Cruz hasta su muerte, en enero de 1810. Sin embargo no compartía su sentir realista. De no haber muerto el padre, se habría tenido que enfrentar al hijo en la revuelta por la independencia.
Vicente Seoane conquistó algunos adeptos a su causa. Pero las noticias que venían de La Paz no eran las mejores: el levantamiento del 16 de julio de 1809, liderado por Pedro Domingo Murillo, había sido sofocado cruelmente. Sin embargo, no habrían de esperar mucho tiempo. El estallido revolucionario de Buenos Aires, el 25 de mayo de 1810, puso la nota de alarma en el Alto Perú, donde empuñaron de nuevo las armas con ánimo de vengar a los mártires de La Paz.
Eustaquio Moldes y Juan Manuel Lemoine, enviados ex profeso a Santa Cruz, coadyuvaron la acción de Seoane, y el 24 de septiembre de 1810, se insurreccionaron y en Cabildo abierto depusieron a las autoridades y constituyeron la junta revolucionaria presidida por el doctor Seoane.
De los militares jefes de las topas de guarnición en la provincia Cordillera, el Comandante José Miguel Becerra, se negó a tomar parte en el movimiento mientras que el segundo comandante, Antonio Suárez, se plegó a la insurrección y formó parte de la junta revolucionaria.
Luego, el 15 de diciembre de ese mismo año, la junta eligió al diputado que debía representarla en Buenos Aires, recayendo la elección en el entonces canónigo lectoral, doctor Manuel José Seoane, hermano del presidente de la Junta. El diputado electo recibió 680 pesos para sus gastos, pero no llegó a pasar de Cochabamba, desde donde tuvo que regresarse por razones de salud.
La derrota de Sipesipe (13 de agosto de 1811), con la caída de Cochabamba, motivó también que la Junta de Santa Cruz se disolviese, restableciéndose el régimen realista a cuya cabeza se puso el comandante Becerra, quien se vengó duramente de quienes consideraba infidentes a la causa del Rey.
De ahí en adelante, la lucha cruceña por la causa independentista de la República tendría tantas victorias como derrotas y se extendería largamente, hasta que la definitiva batalla de Ayacucho, en 1825, puso fin al imperio español en América.
El espíritu de los rebeldes cruceños estuvo teñido por el mismo fervor de los soldados de la revolución en el resto del Alto Perú. Los patriotas de Santa Cruz eran igualmente valientes y corajudos y su porfía y bravía, desplegadas en los largos años de la guerra por la independencia se recuerdan y celebran todavía entre todos los bolivianos.
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